domingo, agosto 19, 2007

EL BESO DE JUDAS

MEMORIAS DEL MANATI

EL BESO DE JUDAS
Íbamos esa noche decididos a robarnos su corazón en el cumpleaños de Karo Vizcarra. Sabíamos que perpetrar ese bendito crimen era difícil y, mientras buscábamos la manera de hacerlo, a pocas cuadras de la casa de la Vizcarra, alguien soltó, a boca de jarro, la “bomba” de esa noticia: “Rouss no vendrá al cumpleaños”, y se nos salió el alma del cuerpo y, heridos y con los crespos hechos, no encontramos mejor venganza por su desplante que “tirarnos una cana al aire”. Sí, ¡claro!, “tirarnos una cana al aire”, en eso alguien propuso que Karo Vizcarra fuese esa “cana al aire” en desmedro a nuestro amor. Y dijimos: ¡sí!, al unísono y sin ningún reparo. Así es que, urgente pensamos que un cumpleaños sin torta no es un cumpleaños, entonces hicimos "la chancha" inmediata para adquirir una, pequeña y sin sabor, no importa, nos dijimos, total, como no iba ser para Rouss, igual daba. Pero, de pronto, las excusas no faltaron: que se me ha caído ahoritita, que la próxima semana todavía me pagan, que me he quedado sin chamba (ni sabían que cosa era trabajar y hablaban de pagos). De repente, alguien adrede lanzó un comentario:
_ Pero, pensándolo bien, muchachos, para qué si tiene las piernas flacas, el torso demasiado ancho y pequeño, encima no tiene cintura, usa lentes, y la cara, con esos dientes, la tiene semejante a la vizcacha.
Bastó eso para que se nos caigan las vendas de los ojos y se destroce de golpe la ilusión de la “cana al aire” en nuestros corazones. Sí, eso bastó para que todas las ganas de hacer la “chancha" quede en nada. Al final, después de media hora de discutir, que si mejor nos vamos o mejor nos quedamos, concluimos: “un cumpleaños sin torta sigue siendo un bonito cumpleaños”. Así es que iríamos al cumpleaños, total, ya estábamos en camino. Pero esta vez ya no iríamos por amor al “chancho” sino a los “chicharrones”.
Habíamos resuelto llegar a la hora de la cena, llenarnos la barriga hasta que el ombligo se nos corra al pecho, tirarnos un eructo y retirarnos, tal como habíamos llegado, sin besitos en la mejilla ni nada, sólo la manito y punto. Y, ya en el trayecto, a alguien se le ocurrió preguntar: "¿a qué olerá su boca?", y fue la gota que derramó el vaso. Sí, bastó eso para escuchar groseros escupitajos por todos lados, “¡ag.¡, ¡tuf, tuf¡, ¡garr¡, ¡huácala!”, y el "Hormiguero" inició el ataque a mansalva, él fue el que provocó las ráfagas de maledicencias contra la pobre Karo en pleno camino. Sí, Karo Vizcarra tiene en el aliento el tufo del tocosh, sentenció éste arremangando su larga nariz para hacer un gesto de mal olor. Y, entonces, bastó sólo eso como señal para soltar los perros salvajes de nuestras burlas contra la pobre Karo Vizcarra. Sí, como sabuesos muertos de hambre la desollamos viva en sornas, mientras reíamos como locos sueltos en la noche.
De pronto, sin darnos cuenta, llegamos a su casa. Las luces estaban apagadas. Ni un maldito grillo hacía bulla. Nos miramos unos a otros, con la sorpresa mordiéndonos el rostro, y ahora qué hacemos, nos preguntamos, y, de pronto, el estómago que nos sonaba como cañerías viejas, empezaron las quejas: Ullon había salido de su casa sin cenar confiado que dobletearía la cena en el cumpleaños de la “vizcacha”, y se ‘peló’, estaba desesperado, que cómo era posible que ella se juegue de esa manera, comentó rojo de cólera, bueno, felizmente yo vine comiendo algo, bostezó el Tobi con una bulla de pelea de gatos en la panza que ponían en duda sus palabras. El “Pájaro” empezó a comerse las uñas, y las saboreaba todavía. Y a “Perro flaco", de pronto, se le blanquearon los ojos, como si estuviera en trance, después nos dimos cuenta que eran los estragos que el hambre hacía con su miserable cuerpo; decidimos volver sobre nuestros pasos pero el “Hormiguero”, después de estar friega y friega por todo el camino, se hizo el serio y habló: “Ya estamos aquí, muchachos, no perdemos nada tocando la puerta y si no está dejamos el recado de que hemos venido a saludarla y nos vamos”, cosa que nos pareció bien y le dimos el privilegio de tocar el timbre. Así lo hizo, y no salió nadie. Nos miró, es inútil, mejor vámonos, dijo, pero el hambre y el retorno a casa con el estómago vacío nos puso las caras largas que el “Hormiguero”, apenas nos vio así, fue obligado a tocar otra vez, total, él fue el de la idea de dejar el recado y si lo hizo una vez poe qué, diablos, no podía hacerlo dos veces, y así fue, tocó y salió ella: Karo Vizcarra y el aura de su aliento a tocosh inundándolo todo. Pero era su cumpleaños y había que saludarla. Al “Hormiguero” se le había olvidado que en “boca cerrada no entraban moscas” y sus labios decrépitos presurosos dieron un beso a la “Vizcacha”. De pronto, se dio cuenta de lo que había hecho y, como Judas que entregaba luego de un beso, rápido como un rayo, se hizo a un lado, y nos la entregaba para saludarla igual, pero el resto, no cayó en su trampa, no. Le tendimos la mano a la “Vizcacha” para saludarla, bien fuerte y estirada, sí, tiesa como una tabla. El “Hormiguero" abrió sus ojos de ratón, no podía creerlo, su celada no había resultado, y, como si el relámpago de un mal recuerdo lo hubiese fulminado rabió recordando el olor del tocosh del que tanto había hablado y no supo qué hacer, si coger una piedra y deprisa reventarse la boca a pedrones, o rasparse los labios con una lija de acero; desde ese día, sabemos que el “Hormiguero" le robaba el sueño y la vigilia a la pobre Karo, ella le hacía “ojitos” y se mordía los labios cada vez que lo miraba, desde esa noche, el “Hormiguero" tenía otro “cuco” más en sus pesadillas a parte del que siempre tendrá cuando recurra al espejo para peinarse. Desde esa noche, el “Hormiguero" no escupe en detrimento de algo, ni mucho menos escupe al cielo. De todos nosotros, él es el único que conoce de cerca, cerquísima, diría, el olor a tocosh en la boca de "La vizcacha", y él será el único que se llevará ese privilegio a la tumba, porque nadie más se atreverá a visitar a Karo en el día de su onomástico por no agarrarse después los labios a pedrones, o rasparse con lija hasta despellejarse la boca.
El “Hormiguero” sabe más que nadie cómo se habrá sentido Judas después del beso, siquiera el traidor tuvo la delicadeza de acabar con su vida por lo que hizo ahorcándose con una soga, pero el “Hormiguero” Juan Fallopio sólo atinó a lijarse los labios con una lija de acero y a reventarse la boca a puro pedrones. Por eso está condenado a dar vueltas al amor como los buitres sobre un cadáver. Por eso su larga nariz de oso hormiguero estará condenada a olfatear a donde vaya el olor del tocosh y cada vez que su boca decrépita y despellejada bese a una incauta el pobre, inconscientemente, comparará sin querer cada beso con el sabor del beso de la “Vizcacha”.

El Manatí.

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